Por Bernardo Kliksberg (*)

El “Índice Planeta Vivo”, que fue creado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, analiza 21.000 poblaciones animales que representan a todas las especies. Su población cayó en un 68% desde 1970. Los vertebrados disminuyeron en un 70% promedio. El número de leones, tigres y elefantes se ha reducido sensiblemente. Una de cada cinco especies de pájaros está desapareciendo en Europa. Las abejas están en riesgo. Un millón de los 8 millones de especies animales y vegetales que conforman la biodiversidad están en extinción.

Cada una de las especies son esenciales en la supervivencia de la humanidad. Los bosques generan el oxígeno que respiramos, numerosos insectos descomponen los residuos, los vegetales generan buena parte de los alimentos, y son la base de muchos medicamentos.

La Cumbre mundial climática de Glasgow ha sido precedida por una Cumbre mundial para la preservación de la biodiversidad. Ambas compartieron una idea común. Deben verse en forma conjunta. Se agravan mutuamente.

La crisis de la biodiversidad es más silenciosa pero muy amenazante. Como la climática, no es una crisis natural, hay una importante intervención de intereses económicos movilizados por lo que el Papa Francisco llamó “la codicia desenfrenada”.

En esta categoría entran entre otras: la tala indiscriminada, el incendio de bosques en gran escala en áreas como el Amazonas, el gran pulmón del mundo, para apoderarse de la tierra, y usarla para la ganadería, o la soja, la sobreutilización de la tierra, la violación de reservas naturales, y de espacios protegidos por la legislación, la caza salvaje, la sobrepesca, y otras prácticas depredadoras.

The Economist informó que en una muestra de 54 países que representan el 80% de la población mundial, se encontró que entre 1970 y el 2016 había una pérdida de biodiversidad del 94%.

El cambio climático y el calentamiento global tienen impactos letales para la biodiversidad. Los pronósticos más recientes dicen que ante la suba continua del dióxido de carbono, 36.4 giga toneladas del 2019 al 2021, hay para el 2030, solo un 5% de probabilidades de que no se sobrepase el 1.5 de aumento sobre la temperatura preindustrial, y un 50% de que se llegue a un 2%.

Aumentarán desastres climáticos como la destrucción acelerada de los glaciares, la suba de los mares, su recalentamiento, que no es soportado por los corales base de la vida marina en reducción rápida, los huracanes potentes, las inundaciones, las olas de calor, y las temperaturas extremas que generan autoincendios de grandes proporciones de áreas boscosas en Australia, California, Siberia y otras, las sequías extremas, y la pérdida de tierras cultivables.

África ilustra la interacción regresiva entre cambio climático y diversidad biológica. Se están derritiendo sus últimos glaciares, para el 2040 no quedará ninguno, crecen las inundaciones, las sequías son más prolongadas, y han surgido lo que la ONU llama las primeras “hambrunas climáticas”.

La Cumbre de la biodiversidad produjo importantes propuestas. Una se llama “30 por 30”, lograr proteger el 30 % de la tierra y los océanos para el 2030. También planteó reducir los pesticidas, la polución, cancelar los subsidios de algunos gobiernos a actividades degradoras de la biodiversidad que estima en 500 billones de dólares anuales. Usar también los ejemplos virtuosos de defensa de la biodiversidad como los de los nórdicos, Costa Rica, e Israel (gran forestador).

La Cumbre llamó a hacer “la paz con la naturaleza”. El costo de no hacerlo compromete el futuro de todo el género humano.

(*) Bernardo Kliksberg es asesor especial de diversos organismos internacionales.