En su participación como orador de la Cena Anual “125 años reparando el mundo”, el titular de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Rosenkrantz, hizo hincapié en la transparencia y democracia de AMIA, y enumeró los que consideró sus valores fundantes: “solidaridad, tradición e institucionalidad”.

“La Argentina tiene que estar plenamente orgullosa de esta celebración. AMIA y sus 125 años son motivo de orgullo. Este aniversario celebramos además el valor del pueblo judío, el amor a la libertad, el culto del esfuerzo y de la superación personal, y el respeto a la igualdad de todos”, expresó el presidente del máximo tribunal argentino.

Rosenkrantz fue oído atentamente por más de 900 personas que asistieron el 30 de octubre a la tradicional gala solidaria de AMIA, donde agradeció al presidente de la institución, Agustín Zbar, por la invitación.

MENSAJE COMPLETO DEL PRESIDENTE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

“Buenas noches.
Mi amigo de toda la vida, Agustín Zbar, acaba de pedir que lea unas pocas palabras, y yo por las dudas había traído algo escrito para enfrentar esta ordalía.

Un país sin solidaridad no es un país, sino un conjunto de gente en proximidad geográfica.
Un país sin tradiciones no es un país, sino una mera contingencia temporal.
Un país sin institucionalidad no es un país, sino un mero territorio.

La AMIA y sus 125 años dejó vigencia que es un conjunto óptimo de estos tres elementos: solidaridad, tradición e institucionalidad.

Solidaridad, esto es empatizar con los demás, y ayudarlos con todo lo que uno tiene, es una nota definitoria del carácter de AMIA. Es su ethos fundante.

La AMIA, como buena parte del pueblo judío, sabe respetar y admirar el pasado, para -mediante su referencia constante- poder constituirse con el pasado en comunidad con otros. Ninguna institución sobrevive 125 años sin institucionalidad. En el caso de la AMIA, que es una de las organizaciones de la sociedad civil, que además combina institucionalidad con democracia, pues quizás sea una de las instituciones de la sociedad civil que mejor respeta, en la conformación de sus cuerpos de gobierno, la voluntad de sus asociados.
Es por eso que la AMIA corporiza y epitomiza solidaridad, tradición e institucionalidad. Y es por eso que hoy celebramos sus 125 años. Y es por eso que hoy la Argentina debe estar plenamente orgullosa de esta celebración. El orgullo en la Argentina no es usual. A nosotros los argentinos nos cuesta enorgullecernos. Y esta noche debe ser especialmente grata porque la AMIA y sus 125 años son motivo de orgullo.

Este aniversario celebramos, además, los valores del pueblo judío. El amor a la libertad, el culto del esfuerzo y de la superación personal, y el respeto a la igualdad de todos, por el mero hecho de que todos, independientemente de nuestra características idiosincrásicas, somos portadores de común humanidad.

Para terminar, sólo quiero destacar que el hecho de que Agustín me haya invitado esta noche a decir estas cortas e improvisadas palabras, es particularmente conmovedor para mí, pues me hacen rememorar, una vez más, que buena parte de aquello que me constituye es el producto de grandes judíos. Como fue mi padre, quien creía en la política como modo de organizar la convivencia; mi mentor, Carlos Nino, quien creía en el Derecho como modo de canalizar el conflicto, y como muchos de los jueces que la historia del Derecho ha tenido, y que han sido judíos como Frankfurter, Brandeis, Cardozo y Barak, en los que encuentro una inspiración cotidiana, y quienes me han convencido de que el Derecho, si bien es un instrumento frágil, no obstante es el mejor instrumento que se ha inventado para realizar la Justicia, y que la más noble visión que un hombre puede prestar a su comunidad es descifrar lo que el Derecho exige, absteniéndose de importar sus propias convicciones en esa empresa.

¡Muchas gracias!